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Las alteraciones del gusto y el olfato trascendentalmente han sido difíciles de diagnosticar y tratar, muchas veces por la falta de conocimiento y comprensión de estos sentidos y sus afecciones. Una alteración del gusto o del olfato puede ser un efecto secundario de diversos padecimientos de salud, hallados por un especialista en salud con máster otorrinolaringología.
Los trastornos del gusto y el olfato son comunes en los adultos y están relacionados con diferentes causas como: trastornos endocrinos y neurológicos, anomalías metabólicas, afecciones inflamatorias de las fosas nasales y de los senos paranasales, traumatismos craneoencefálicos o intervenciones quirúrgicas, exposición a sustancias químicas o a medicamentos, infecciones recurrentes de las vías aéreas altas, inclusive los propios cambios del ciclo vital.
Dichas alteraciones pueden afectar negativamente a la percepción de los sabores, disminuyendo la calidad de vida e interfiriendo en la ingesta nutricional adecuada.
En este artículo se presenta una visión general de los trastornos del gusto y la olfacción, teniendo en cuenta sus causas y tratamientos.
Los sentidos del olfato y del gusto
Los procesos del olfato y el gusto son complejos. Comienzan cuando se liberan moléculas en el aire que respiramos o se disuelven en nuestra saliva o mucosidad nasal a partir de fragancias o alimentos.
Estas moléculas estimulan entonces las células sensoriales de la nariz, la boca o la garganta.
Los olores transmiten señales químicas a las células nerviosas olfativas. Están situadas en la parte alta de la nariz, muy superficialmente dentro del revestimiento de la nariz y se conectan directamente con el cerebro.
Esto es bueno para que puedan percibir las moléculas de olor con mayor facilidad, pero desgraciadamente esto también las expone a un mayor riesgo de lesión.
En la boca y la garganta, específicamente en las papilas gustativas, se encuentran las células nerviosas gustativas, y se limitan a percibir los cinco sabores básicos: dulce, ácido, amargo, salado y umami (sabor delicioso).
Otro proceso quimiosensorial, denominado sentido químico común, también contribuye al olfato y al gusto. Estas células alertan al cerebro de sensaciones como el calor (como el de los pimientos picantes) o el frío (como el del mentol o la menta).
Una combinación de todos estos sentidos es, en realidad, lo que consideramos el “sabor” de los alimentos.
El gusto depende en un 80% del olfato, por lo que, sin la capacidad de oler, todos los alimentos y bebidas solo pueden percibirse como uno de esos cinco sabores básicos, sin que sea posible ninguna otra diferenciación.
¿Cómo identificar los trastornos del olfato y del gusto?
La disminución o pérdida completa del sentido del olfato (hiposmia o anosmia) y del gusto (hipogeusia o ageusia) son los trastornos quimio-sensoriales más usuales.
En otros trastornos de los quimio-sentidos, los olores, los gustos o los sabores pueden ser malinterpretados o distorsionados, lo que hace que una persona detecte un olor o un sabor desagradable de algo que normalmente es agradable al gusto o al olfato.
Los trastornos del olfato son graves porque dañan el sistema de alerta temprana que puede alertar a una persona de cosas como: fuego, humos venenosos, fugas de gas y alimentos o bebidas en mal estado.
Las anomalías del gusto y el olfato pueden acompañar o indicar la existencia de enfermedades o afecciones como: obesidad, diabetes, hipertensión, desnutrición y enfermedades degenerativas del sistema nervioso, como la enfermedad de Parkinson y la enfermedad de Alzheimer.
¿Cuáles son las causas de los trastornos del olfato y el gusto?
Aunque algunas personas nacen con trastornos quimio-sensoriales, y de hecho hay más de 100 razones por las que las personas pueden perder el olfato y el gusto, la mayoría son causadas por: una enfermedad (por ejemplo, un resfriado común, una infección de las vías respiratorias superiores, una infección de los senos paranasales), lesiones en la cabeza, trastornos hormonales, problemas dentales, exposición a ciertas sustancias químicas, ciertos medicamentos o exposición a la radioterapia para el cáncer de cabeza o cuello.
¿Cómo se diagnostican los trastornos del olfato y el gusto?
Adicionalmente, a una buena anamnesis y examen clínico completo, ampliando su historial con antecedentes recientes o remotos. Los medios de diagnóstico van desde: imágenes como una tomografía computarizada o una resonancia magnética, hasta medir la concentración más baja de una sustancia química que la persona puede reconocer, comparar el sabor y el olor de distintas sustancias químicas, pruebas de “rascar y oler”, pruebas de “sorber, escupir y enjuagar” en las que se aplican directamente sustancias químicas en zonas específicas de la lengua.
Tratamiento de los trastornos del olfato y el gusto
Si experimenta pérdida del gusto, pero su función olfativa está intacta, póngase en contacto con la clínica de otorrinolaringología Integral para su evaluación.
Los tratamientos específicos para los trastornos del olfato y del gusto se determinarán en función de: la edad, el estado de salud general y del historial médico: la magnitud del trastorno, su tolerancia a determinados medicamentos, procedimientos o terapias, la duración y el pronóstico posterior del trastorno, la opinión o preferencia.
El tratamiento puede incluir: suspender o cambiar los medicamentos que contribuyen al trastorno, corrección del problema médico que está causando el trastorno, extirpación quirúrgica de las obstrucciones que puedan estar causando la alteración, entrenamiento olfativo y asesoramiento.
Conclusión
Estos trastornos pueden resultar frustrantes afectando a la capacidad de disfrutar de la comida y la bebida y de apreciar aromas agradables. También pueden interferir en la capacidad de percibir sustancias químicas y gases potencialmente nocivos, teniendo graves consecuencias. Los pacientes con molestias persistentes del olfato y del gusto que son refractarias al tratamiento estándar y que perjudican considerablemente su calidad de vida pueden necesitar ser remitidos a un otorrinolaringólogo o dependiendo de la gravedad a un neurólogo.